Soy el Bosque, la Playa, el Río, la Luna, el Sol, Venus, soy la pincelada, el aroma, … y en la vida práctica, mi nombre es Carla. Desde siempre me recuerdo con el deseo de dar rienda suelta a mi creatividad dando prioridad a la expresión, sea cuales fueren las circunstancias. Tuve la inmensa suerte de crecer en un hermoso pueblo de la costa asturiana, tierra sagrada que atesoro en mi corazón. El mar y mi entorno me dieron grandes alas así que pronto emprendí el vuelo. Cursé Bellas Artes en la Universidad y también me formé y experimenté con otras Artes Afines. Estas disciplinas mecidas por el encanto de la naturaleza producen la alquimia que nos acerca a lo místico de la existencia. El Arte es y ha sido para mí un refugio, un mundo donde todo es posible en el que libremente puedo desarrollar mi ser más auténtico, más esencial. Un espacio para sentirme una con el Todo, un lugar sin juicios, sin otra expectativa que estar en el momento presente, jugando, fluyendo, sintiendo, siendo parte de la creación. La marea me trajo al campo, a lugares que propician la conexión con la Tierra y con una misma. Me convertí en madre, y entonces se abrió ante mí una puerta a otra dimensión. Lo creativo se tornó de mil formas y colores, ya no se reducía a una anécdota en forma de pieza artística. La necesidad me condujo a hacer de mi propia rutina la mejor de las creaciones. Aprendí a fusionar la crianza con lo que para mí eran manifestaciones artísticas, a lidiar con la frustración de que mi cuerpo no alcanzaba la velocidad de mis ideas. Descubrí sin dudas que la vida es Arte. Que mi cuerpo era alquimia, que mis hijas son mis grandes obras maestras, vivas y cambiantes. Tres veces la vida me atravesó, y con cada parto renací cada vez más libre y poderosa.